LA ORATORIA
La oratoria es el arte de hablar elocuentemente, de
persuadir y mover el ánimo mediante la palabra. Timón, un antiguo autor griego,
dijo que la elocuencia es la habilidad de conmover y convencer. Aquí usamos el
término oratoria en su acepción y uso más amplio, no meramente el de hablar
ante grandes auditorios, sino estableciéndolo como sinónimo de expresión oral
de una persona.
La importancia de la oratoria
Entre los grandes jefes que condujeron pueblos o dejaron su
impronta en la historia de la humanidad, ha habido algunos ciegos y algunos
sordos; pero nunca un mudo. Saber algo no es idéntico a saber decirlo. Esta es
la importancia de la comunicación oral.
En los negocios o cualquier otra actividad de interrelación,
la forma en que hablemos, en que nos comuniquemos, será el patrón por el cual
se nos juzgará, se nos aceptará o rechazará.
Hablar con orden, con claridad, con entusiasmo, con
persuasión; en resumidas cuentas, con eficacia, no es un lujo sino una
necesidad. El 90% de nuestra vida de relación consiste en hablar o
escuchar; sólo el 10% en leer o escribir.
Si la imagen que usted quiere dar de
sí mismo/a es la de una persona que sabe adónde va, que tiene
una actitud positiva hacia la vida, ideas dinámicas y don de gentes, el
lenguaje es el principal instrumento que deberá utilizar para transmitir esa imagen
a quienes le rodean.
Otro aspecto importante de la oratoria es que también
hay que saber hablar para ser escuchado. Lo notable es que el hecho de tener
que hablar ante extraños, o en una simple reunión de trabajo, no parece ser una
tarea sencilla, a la que la mayoría de las personas considere como fácil.
En una encuesta realizada en los Estados Unidos,
investigando las diez cosas que más temor le producen a la gente, se obtuvo el
siguiente resultado (en orden ascendente): los perros, la soledad, el avión, la
muerte, la enfermedad, las aguas profundas, los problemas económicos, los
insectos, las sabandijas, las alturas y, el primero de la lista, hablar en
público.
El buen discurso es un medio de servicio para los
semejantes, y es una tarea ardua.
Hay que reconocer que quien dice un discurso asume una gran
responsabilidad. Al margen de otros aspectos, conviene tener presente que una
perorata de 30 minutos ante 200 personas desperdicia sólo 30 minutos del tiempo
del orador; en cambio, arruina 100 horas de sus oyentes –o sea, más de cuatro
días–, lo cual debería generar más responsabilidad que la que usualmente se
advierte.
Tres clases de discursos
Se considera que hay tres tipos diferentes de discursos,
según su finalidad:
- Discursos
destinados a informar.
- Discursos
destinados a la acción.
- Discursos
destinados a entretener.
... y tres clases de oradores
Hay tres clases de oradores: aquellos a quienes se escucha;
aquellos a quienes no se puede escuchar; y aquellos a quienes no se puede dejar
escuchar.
Las tres partes básicas de un discurso
- Introducción
o Presentación
- Desarrollo
del tema
- Conclusión
(parte en que se "remacha" el objetivo y se lo deja
perfectamente fijado).
Dramatizar lo que se comunica
Dramatizar algo es darle acción. Y eso puede hacerse de
distintos modos. Se puede dramatizar mediante el uso de un diálogo, imaginario
o real (con el público o un interlocutor). También haciendo una cita de alguna
figura muy famosa, o efectuando una narración, o dando un ejemplo personal,
mostrando un objeto, formulando una pregunta impresionante, o realizando una
afirmación sorprendente...
La dramatización, como otros recursos, está dirigida a
despertar la curiosidad del público.
Características de la voz
- El
tono: suave, duro, dulce, seco, autoritario, etc.
- La
altura: grado entre agudo y grave. El primero suele asociarse con un
estado de agitación o alteración, el segundo con climas de mesura y
afecto.
- El
ritmo: la velocidad con la que nos expresamos.
- El
volumen: con él demostramos si permanecemos tranquilos y controlados
o hemos perdido la serenidad.
- Evitar
la monotonía. La inflexión inadecuada al comenzar o terminar una frase.
El modo de hablar
El modo de hablar incluye el tono, la enunciación, la
pronunciación, el volumen y la corrección de las palabras que se usan. También
influyen el aplomo con el que hablamos, el control que tenemos de nuestros
ademanes, y el contacto ocular que mantenemos con los interlocutores o el
público.
La preparación
“Todo discurso bien preparado está ya pronunciado en sus
nueve décimas partes”(Dale Carnegie)
Si se quiere hablar bien hay que pagar el precio debido. Hay
que trabajar, pensar y practicar.
Nadie ha encontrado nunca un sustituto satisfactorio para la
inteligencia, ni para la preparación.
“Si tengo que dirigir un discurso de dos horas, empleo
diez minutos en su preparación. Si se trata de un discurso de diez minutos,
entonces me lleva dos horas...”. Así se expresaba nada menos que
Winston Churchill.
Además del qué se dirá, es enorme la importancia del cómo
habrá de decirse. Y aquí interviene lo más importante que puede esgrimirse en
un diálogo o un discurso: el arte de interesar. En la preparación de una clase
o discurso hay que dar mucho más tiempo a buscar medios de suscitar el interés
que el que se dio al estudio del tema.
La buena preparación también aumenta la claridad de nuestro
pensamiento y de nuestra expresión. Recordemos el viejo aforismo que dice: “Si
la fuente nace turbia, no irán claros los arroyos”.
Las pausas
Considere el uso de la pausa como un arma de gran
importancia en el arsenal que representa el dominio del ritmo. El espacio entre
palabras, frases o pensamientos, no se debe “emborronar” con sonidos tan
desagradables como "eee...". Utilizar "eee..." o "mmm...",
es humano; pero utilizar la pausa, desnuda de todo sonido, es divino.
El elemento más difícil, de mayor utilidad y menos apreciado
en el arte de la oratoria, es el silencio. La pausa correctamente medida,
demuestra confianza y reflexión. A la inversa: los presentadores de cualquier
medio que se despachan con demasiada velocidad, llegarán los últimos.
Las pausas son un excelente recurso para enfatizar. Permiten
también mantener y controlar la atención.
Algunos consejos a tener en cuenta
- No
distraiga al auditorio con algún detalle de atuendo, o al jugar con algún
objeto.
- No
diga absolutamente todo lo que se sabe, para permitir al público hacer
preguntas y participar.
- En
una conversación múltiple, ligar lo que se va a decir con lo último que se
dijo.
- No
olvide que la articulación o pronunciación es de capital importancia. Si
advierte dificultades en esto, procure escucharse en una cinta para
precisar sus defectos.
- Tenga
cuidado con las muletillas, los términos de relleno trillados, las
expresiones restrictivas o negativas ("puede que no esté de acuerdo
conmigo", "puede que no sea lo que usted esperaba", etc.).
- El
mejor lenguaje es el directo y afirmativo. También el coloquial.
- Use
un estilo inclusivo, haciendo participar al o a los interlocutores.
- Si
es de su conocimiento, vincule el tema del que va a hablar con aquello por
lo que los oyentes sienten mayor interés.
Hacer pensar y hacer sentir
Todos nosotros emitimos una aureola, aura o halo, impregnado
con la verdadera esencia nuestra; las personas sensibles lo conocen; también lo
producen nuestros perros y otros animales domésticos. Algunos de nosotros somos
magnéticos, otros no. Algunos de nosotros somos ardorosos, activos, atractivos,
inspiramos amor y amistad, mientras otros son fríos, razonadores,
intelectuales, pero no magnéticos. Que un hombre sabio de este último tipo se
dirija al público y éste no tardará en cansarse de su discurso intelectual, y
manifestará síntomas de sueño. Les hablará, pero no los interesará; los hará
pensar, pero no sentir, y pensar es lo más fastidioso para la mayoría de las
personas, y pocos son los oradores que triunfan haciendo pensar únicamente a
las personas, pues lo que necesitan es que los hagan sentir.
La gente paga con liberalidad a los que les hacen sentir o
reír, mientras que es avara con quien, aunque sea para instruirla, la hace
pensar.
Poned frente a un sabio del tipo mencionado a un hombre de
mediana cultura, pero amable, dulce y meloso, sin la décima parte de la lógica
y erudición del otro; sin embargo éste se adueñará con facilidad de su
auditorio y todos esperarán con avidez a que broten las palabras de sus labios.
Las razones son claras y palpables. Es el corazón contra la cabeza; el alma
contra la lógica; y el alma es lo que siempre prevalecerá.
Expréses siempre en forma positiva
El Dr. Herbert Clark, psicólogo de la Universidad John
Hopkins, hizo el sorprendente descubrimiento de que a una persona común le
lleva un 48 por ciento más de tiempo comprender una frase en forma negativa que
en forma positiva. Por lo tanto, se confirma científicamente algo que se sabía
en forma empírica: la más eficaz comunicación consiste en hacer afirmaciones
positivas.
Visto esto, comenzar una exposición siempre con frases
positivas. Y si es necesario dar un mensaje negativo a una persona, para
amortiguar su impacto rodearlo con frases positivas.
El valor del silencio
Un escritor chino, Kung Tingan, dijo: "El sabio no
habla, los talentosos hablan, y los estúpidos discuten".
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